Nuestro nuevo amigo Sebastian, de Concepcion del Uruguay visita asiduamente las aldeas de Guapoy, en Puerto Libertad y Yasy Pora, en Puerto Iguazu. Como los Amigos de Guapoy, se preocupa por acercar mercaderia y soluciones y comparte con ellos algunos momentos..Nos ha mandado algunas fotos de sus ultimas visitas!!!
AGUYJEVETE!!!
ASOCIACION CIVIL AMIGOS DE GUAPOY: En este Blog se describen las acciones de un grupo de amigos de distintos lugares de Argentina y del mundo, que desde Julio del 2007 decidieron solidarizarse con las aldeas mbya guaranies de la provincia de Misiones.
lunes, 30 de enero de 2012
miércoles, 11 de enero de 2012
Nuevo año, sigue la Solidaridad!
Comenzo el año 2012 y los Amigos de Guapoy de todo el pais siguen con las tareas solidarias. A fin del año pasado, el amigo sebastian, de Concepcion del Uruguay estuvo visitando las aldeas guapoy e yryapu, llevndo mercaderia recolectada en aquella ciudad entrerriana. prometio mandarnos imagenes de dicja visita, que pronto publicaremos. Buestra amiga sampedrinaElba despacho 18 bultos con donaciones efectuadas en los ultimos dias con destino a Guapoy, siempre a traves de Trasnporte Pintor (San Pedro-CABA) y Transporte sauer (CABA-Puerto Esperanza) y desde alli entregados por el personal de la empresa Alto Parana SA.
Entre esta mercaderia hbia varias cajas con galletitas que se habian comprado para el evento del recital de Vox Dei en La Plata y que no se habian vendido en esa oportunidad. La venta de tarjetas navideñas se ha efectuado con bastante exito. Cuando tengamos la rendicion total informaremos lo recaudado.
AGUYJEVETE!
Publicado por
Licenciado en Geologia Enrique Hopman
en
miércoles, enero 11, 2012
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lunes, 2 de enero de 2012
Los Quilmes, la epopeya de un pueblo en armas.
Los Quilmes, la epopeya de un pueblo en armas.
Ciudad sagrada de Quilmes en la actualidad |
La Nación Quilmeña habitó al Valle Calchaquí, en la actual provincia de Tucumán, desde aproximadamente el 900 de nuestra era, ocupando el territorio que va hacia el norte hasta la zona de El Bañado y Colalao, alcanzando al sur el Yocavil, nombre dado por los oriundos al valle, rebautizado por los cristianos como de Santa María. Allí, en el cerro denominado Alto del Rey, se encuentran las ruinas de la ciudad que fue su último bastión, cuando estos trazos laberínticos eran sus viviendas, plazas, anfiteatro, graderías y fortificaciones defensivas que dominaban el valle. En la ciudad estratégicamente situado en el abrazo rocoso del cerro, las mujeres hilaban, tejían, molían el grano y atendían el ganado lanar; los niños retozaban, aprendían el manejo del arco y la honda y colaboraban en la recolección de leña y los frutos del algarrobo, el chañar y el mistol, y los hombres eran hábiles alfareros, tallistas y fundidores de piezas de hierro y bronce. Integraban una comunidad solidaria de agricultores y pastores basada en la propiedad colectiva de la tierra que había logrado domesticar su árido entorno natural a través de importantes obras de canalización y acopio del agua para la irrigación de sus cultivos.
Los Quilmes fueron una parcialidad de la etnia cacana, mal llamada calchaquí por los españoles en referencia al nombre del gran jefe Juan Calchaquí, quien condujo el proceso de unificación de los distintos grupos en la guerra contra el invasor. También, desde principios del siglo XX, se los llamó "diaguitas", comprendidos otros pueblos por encima de sus localizaciones geográficas por las que se los identificó como tafíes, cafayates, tolombones, yocaviles, pacciocas, colalaos entre otras denominaciones más o menos arbitrarias. Pero en realidad lo que los unía, más allá de sus particularidades e intereses, era la lengua, el cacán, por lo que cacanes sería el gentilicio apropiado. Todos serían descendientes de los aymaras que habrían llegado desde el norte del lago Titicaca, en Bolivia, algunos años antes de la era cristiana. La nación del conjunto de pueblos a la que pertenecieron los quilmes construyó su identidad a través de los siglos en el seno de la también mal llamada "cultura santamariana" que floreció entre las montañas del inmenso valle hoy compartido por tres provincias, Tucumán, Catamarca y Salta. Esta cultura, tributaria de las grandes civilizaciones andinas, se caracterizó entre los arqueólogos y antropólogos por sus pautas sociales, artísticas y religiosas con un estilo propio inconfundible. Millares de urnas funerarias con iconografía felínica y draconiana muestran una temática constante con gran poder de síntesis e infinitas variaciones de mano individual propias de una cultura material y simbólica sofisticada. Tal como para los cristianos el pez y la cruz o el canon de filigrana y la media luna para el Islam, aquí es la serpiente bicéfala, el sapo, el suri (ñandú) el jaguar y las figuras del zig zag y la espiral. Ejemplares de estas urnas y otros artefactos producto de la rapiña europea se encuentran en todos los museos antropológicos del mundo. Como entre los incas, en algunas de ellas se daba sepultura a niños sacrificados en ocasiones especiales de calamidades naturales y epidemias, en solemnes rogativas a las deidades del Sol y
Quilmes, ejemplo de resistencia a los "colonizadores" |
En la noche, iluminados por las grandes fogatas y bajo el profundo cielo estrellado, mujeres, hombres y niños debieron elevarse en una experiencia colectiva en conexión con el cosmos visto e intuido. Para ellos, concientes hijos de la tierra (Pachamama)
Casi sin excepciones las creencias, las prácticas rituales, las leyendas y las representaciones del arte y la arquitectura de las naciones andinas prehispánicas estaban consubstanciadas con la producción de alimentos y bienes materiales en general, así como con la organización social y las relaciones con el medio natural. En Quilmas, en la llamada Quebrada del Molino próxima a las andenerías de cultivo, existen los restos de una construcción que habría sido una pequeña kallanca o tampu (almacenes de alimentos de distribución comunitaria) así como la muralla que encierra la ciudadela armada y la represa de pircas (muros bajos) de tres metros de ancho que se encuentran al sudoeste, probablemente de origen incaico. El incanato había llegado a los valles precedido por su prestigio militar y la eficacia de su sistema económico socialista que había acabado con las hambrunas y la guerras tribales, unos cincuenta años antes de la llegada de los cristianos. Los incas habían impuesto su presencia administrativa sin alterar mayormente aun el orden preexistente ni el idioma. El Quichua o Runa Sumi se impuso en realidad posteriormente con los españoles y los incas vencidos incorporados a sus fuerzas.
Un aciago día de 1547 los españoles llegaron a los valles
bajo al mando del aventurero Diego de Rojas, bajando por Tafí (Taktikllakta, en
cacán y luego españolizado Tafigasta) hacia el llano tucumano, donde ya existía
una precaria colonia de españoles del Perú. Ya en plan de colonización los
objetivos que se proponían eran de importancia estratégica para el sometimiento
y explotación de los indígenas de toda la región. Necesitaban un enclave
colonial como paso y salida hacia el Atlántico, un destino para los colonos
descontentos con su suerte en Perú y un corredor para el comercio con Chile,
además del establecimiento de una guarnición militar para contener las
acometidas de los belicosos aborígenes del Chaco. En 1550 Nuñez del Prado fundó
en el piedemonte tucumano la
Ciudad del Barco, rápidamente arrasada por la resistencia. Tras
varios intentos sucesivos con la misma suerte finalmente en 1565 se fundó en
Ibatín, en el acceso a la región valliserrana, la ciudad de San Miguel de
Tucumán y Nueva Tierra de Promisión. Situada sobre la Ruta del Perú que conducía desde los
valles al Río de la
Plata. Ibatín era de fundamental importancia para la empresa de
colonización y desde allí se lanzarían las campañas militares para la reducción
de los calchaquíes y su destinación a las encomiendas como mano de obra
esclava.
La intención del invasor era reproducir sobre las
espaldas de los reducidos el Borgo agropastoril que España había heredado de la
ocupación romana, estableciendo feudos (las encomiendas) que enriquecieran a los
encomenderos y tributaran a la Corona. Incorporadas a
este sistema las parcialidades indígenas derrotadas y sumadas a las fuerzas del
vencedor, les faltaba aun bajar a los insurrectos de sus montañas. El primer
alzamiento indígena confederado estalló en 1559, cuando el cacique tolombón Juan
Calchaquí logró organizar a los pueblos de los valles y quebradas hasta al
altiplano, manteniéndose en pié de guerra hasta 1563, La alianzas para la
resistencia entre grupos y naciones independientes se establecían cuando el
curaca (cacique, jefe) de uno de ellas enviaba a los demás una flecha con su
insignia. Si esta era aceptada se sellaba un pacto por el que se subordinaban
todas a la jefatura transitoria del jefe convocante. Este se convertía en un
general con su estado mayor integrado por los curacas aliados. Así se unían para
la guerra de liberación grupos desvinculados políticamente, e incluso que habían
estado enfrentados por conflictos territoriales, de los que los españoles
finalmente sacarían partido. El legendario Juan Calchaquí, estratega temido por
el enemigo, había aplicado sin conocerlo el principio del pueblo en armas,
despoblando las llanuras y fondos de valles, cortando las acequias y acantonando
sus fuerzas en los cerros. “En Calchaquí - escribió el cura Lozano (1745)- todo
se compone de altísimas montañas y muy agrias cordilleras. En ellas ponían la
mayor parte de su poder de que no se les podía hallar en sus asperísimos senos.
Eran diestros y prácticos que a lo que a nosotros nos parecían despeñaderos lo
hallan camino llano”.
El antecedente histórico de la rebelión del 59 fue el
Gran Alzamiento de 1630/43, conducido por el curaca yocavil Utimpa y limitado al
sur. La mayor fuerza y masividad de este movimiento se había verificado en
Andalgalá, actual Catamarca, y al sur de La Rioja , concluyendo con la derrota y el
sometimiento de algunas parcialidades y la precaria pacificación de otras. En
tanto varios asentamientos españoles habían sido destruidos. En el 59, tras
décadas de resistencia defensiva, el factor desencadenante de la ofensiva
calchaquí fue la presencia de un ambiguo personaje, el andaluz Pedro Bohórquez,
impostor autoproclamado Inca, quien logró el reconocimiento de los curacas,
mientras que ofrecía al gobernador del Tucman Alonso de Mercado y Villacorta la
pacificación y sometimiento de los alzados. Tras diversas alternativas bélicas y
oscuras negociaciones, esta intriga sería descubierta por los curacas y
determinaría su derrota y prisión por parte de los españoles. El doble agente e
Inca de utilería fue ejecutado por sus compatriotas en 1667. Así la nación de
los Quilmes quedó a la vanguardia de la resistencia.
Los colonos españole vivían en esos años una etapa de
prosperidad en el llano tucumano, gracias a la gran cantidad de indios
encomendados en las plantaciones de algodón. Como éstos eran más de los que
necesitaban para la explotación agrícola y el servicio personal, los
encomenderos los alquilaban como mulas a las minas de Potosí y Chile. Derrotados
los tolombones y pacciocas de la zona norte del valle tras su larga y valerosa
resistencia, los sobrevivientes se convirtieron en un colchón protector, siendo
incorporados a las fuerzas españolas contra Quilmes y sus aliados yocaviles y
anguinahaos. En agosto de 1569 los hispanos emprenden su “ofensiva final” de
exterminio y se lanzan con todas sus armas contra los Quilmes en la quebrada de
Omakatao. La sangrienta batalla de tres días culmina con la derrota, deserción y
dispersión de las tropas españolas. Durante los seis años posteriores, temiendo
ser atacados en el llano, los hispanos no intentarán un nuevo ataque. Temían
también a los indios reducidos de cuya lealtad forzada desconfiaban, y las
encomiendas y plantaciones de Ibatín fueron abandonadas iniciándose un nuevo
período de ruina.
Ciudad Sagrada de Quilmes |
Sin embargo el orgullo y los intereses de España, que necesitaban libre
Una mañana, tras la noche insomne de hogueras y danzas
allá arriba, con espanto injustificado, como si no hubieran profanado la vida
setenta veces siete, los invasores vieron como hombres, mujeres y niños se
arrojaban al vacío desde los despeñaderos de su sierra madre. Las familias
sobrevivientes fueron desintegradas y repartidas para el servicio personal de
los españoles en carácter de pago por diversos servicios prestados a la corona.
En 1666, por orden del gobernador Mercado y Villacorta, unas trescientas
familias fueron enviadas, en una penosa travesía a pie en la que muchos
murieron, a Buenos Aires y otras a Córdoba y Santa Fe. Algunos fueron
distribuidos dentro de la ciudad fortificada, mientras que a otros se los envió
al sur de la costa bonaerense, al lugar que hoy lleva el nombre de Quilmas.
Antes del traslado a Buenos Aires habían sido estacionados en el llano tucumano.
Allí, según testimonios de la época, convirtieron las tierras incultas en un
vergel que, escribió el cura Lozano, era una maravilla de ver. Lentamente,
malviviendo en tierra extraña, perseguidos por “vagos y malentretenidos”, las
mujeres en servidumbre o prostituidas, los restos del legendario pueblo de los
Quilmes fue desapareciendo, diluido en silencio en la mezcla de razas, olvidado
por la historia oficial de los criollos. Desaparecidos, en la acepción argentina
de la palabra.
Pero hay que escribirlo:
Escribió: Jorge Mendez
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