ASOCIACION AMIGOS DE GUAPOY

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La Aldea Guapoy, es una de las 116 aldeas mbya guaranies que existen hoy en la Provincia de Misiones, Argentina. Aguyjevete! es un Saludo Religioso Guaraní. Se levantan las manos hacia el cielo. Es un pedido de bienestar corporal y espiritual en Lengua Mbya Guaraní...

martes, 2 de marzo de 2010

Los Mbyá Guaraní, ¿monjes de la selva?



Los Mbyá Guaraní, ¿monjes de la selva?
Los antiguos habitantes del litoral argentino, paraguayo y brasilero pertenecen a la etnia Mbyá Guaraní, emparentados con los Tupí y Ava Guaraní y otros pueblos de origen amazónico que hace centenares de años desarrollaron una importante cultura relacionada con el respeto a la naturaleza, a los animales y plantas que le brindaban todo lo que necesitaban: alimentos y medicinas, abrigo y vivienda, agua y una cosmovisión que les permitía desarrollar una vida en comunidad, donde los niños son sagrados y los ancianos respetados.
Lo cierto es que los Mbyá Guaraní son un pueblo noble, de esos con los que uno simpatiza desde el alma. Personalmente no los conozco de la manera en que los describiré mas abajo, ya que la única ocasión que tuve de visitarlos fue muy breve y ni el tiempo ni el vínculo permitieron contrastar tanta noticia como caída del cielo. Pero hay quienes los han conocido en profundidad, como el Paraguayo León Cadogan, y uno de sus discípulos y colaboradores, el sacerdote jesuita mallorquín Bartomeu Meliá.
Meliá dice que para el guaraní la palabra lo es todo. El concepto que para ellos define la palabra no es fácil de entender desde nuestra perspectiva de hombre blanco. El guaraní no ‘se llama’ de tal o cual manera, sino mas bien él es su nombre, él es lo que dice, él mismo es la palabra.
La educación del guaraní es una educación de la palabra y por la palabra. No se lo educa para aprender ni mucho menos para memorizar palabras ya dichas (menos aún textos). Se lo educa para escuchar las palabras que recibirá de lo alto, generalmente a través del sueño, para después poder pronunciarlas. El guaraní busca la perfección de su ser en la perfección de su decir: ‘Nosotros somos la historia de nuestras palabras. Tu eres tú palabra, yo soy nuestras palabras.’
Toda la vida mental del guaraní converge en el mas allá. Su ideal de cultura es la vivencia mística de la divinidad, que no depende de las cualidades éticas del individuo pero si de la disposición espiritual de escuchar la voz de la revelación. Esa actitud y ese ideal son los que determinan la personalidad. Para ello se colocan en estado de escucha de las buenas y bellas palabras, estado que puede incluir el ayuno, la continencia sexual, la austeridad como forma de vida, la abstinencia en el comer y el dormir. Todas estas son prácticas comunes, especialmente entre los Mbyá.
La palabra no es aprendida ni enseñada humanamente. La palabra es un don que se recibe de lo alto y no un conocimiento aprendido de otro mortal.
Según Pierre Clastres, otro discípulo de Cadogan, pocos pueblos testimonian una religiosidad tan intensamente vivida, un apego tan profundo a los cultos tradicionales, una voluntad tan tensa para mantener en el secreto la parte sagrada de su ser. Dice que no se sabe que admirar más, si la profundidad metafísica del pensamiento Guaraní, o la suntuosa belleza del lenguaje que lo expresa.
Los guaraníes cuestionan a sus dioses y se preguntan de donde viene la extraña obstinación de ellos para producir deliberadamente, ellos los superiores, lo inferior. ¿Por que hacen los dioses lo que hacen? Ellos creen que los dioses, de alguna manera, juegan con los humanos al instalarlos en el espacio de lo inferior. Es por esto que los guaraníes no mantienen con sus dioses una relación de pura piedad, no se engañan sobre el juego de los dioses, quieren romper las reglas de ese juego. Su fe no pasa ni por la humildad ni por la resignación. Ellos reclaman a los dioses que les restituyan su verdadera naturaleza de seres destinados a la plenitud acabada del bien vivir en el corazón eterno de la morada divina. Los guaraníes recuerdan sin cesar a sus dioses la deuda que contrajeron en el origen de un mundo para el cual fueron hechos. Al contrario del sentido de culpabilidad, característico de ciertas religiones, ellos no suplican como si se tratara de un favor, ellos reivindican un derecho. Los que están en lo alto saben muy bien que ellos son sus semejantes, les dicen.
Meliá considera que los guaraníes son una de las sociedades más modernas del continente americano. El concepto de ‘tierra sin mal’, si bien difícil de entender, no se refiere al paraíso en el cielo. Es la fiesta en la tierra, donde la economía de la reciprocidad de manos abiertas de unos para los otros, o jopoi -una ley fundamental para los guaraníes-, es la matriz de un nuevo orden de un nuevo modo de ser. El sistema de mercado del hombre blanco, de compra y venta, es denominado por los guaraníes como crueldad egoísta. Usan para la acción de vender el término de venganza. El precio de algo es venganza, una cosa cara es una gran venganza. Ser guaraní significa tener exigencias que no pueden ser ignoradas: los guaraníes son amables y abiertos, pero sospechan de la colonización de mentes y almas escondida en los valores de la civilización occidental.
Meliá dice que la palabra de los guaraníes, la poesía de sus cantos sagrados, las metáforas de sus relatos míticos, casi siempre nos llevan a la utopia que ya tuvo lugar. Como los jesuitas, muchos intelectuales se sienten interpelados por la palabra y filosofía guaraní de sustentabilidad ecológica, de moderación en el consumo, de la alegría de vivir en un mundo trabajando sin estrés. Esta también aquello de los Guaraníes ser una sociedad sin estado y que continua a pesar del estado. En la crisis actual de sistemas los guaraníes fascinan por su ingenuidad, su bondad, su resistencia, su verdad tan directa. Tal vez se pueda decir que son idealistas pragmáticos.
Es por esto que Meliá se pregunta si los guaraníes son una especie de monjes de la selva.
La cruda realidad
En la actualidad, en la provincia de Misiones, sobreviven alrededor de 94 comunidades de la etnia Mbyá, algunas formadas por unas pocas familias y otras de más de 1000 integrantes. En total se calcula en algo menos de 5000 personas, el número total de los Mbyá Guaraní del territorio argentino.
Hace mas de 500 años se produjo el choque con la cultura europea, con las consecuencias que todos conocemos: esclavitud, conquista, dominación e imposición de ideas y conceptos foráneos, explotación de los recursos renovables y de los no renovables. La zona que describimos fue escenario de luchas de intereses espurios: la Iglesia, las coronas españolas y portuguesas, los encomenderos y los bandeirantes y, por ultimo, los jesuitas. Como consecuencia de esta encrucijada muchas culturas se perdieron definitivamente y otras, como la Mbyá, sobrevivieron a costa de grandes sacrificios; pero, igual que la selva paranaense, su hogar, se redujo a expresiones casi mínimas. Y con ello, su cultura se encuentra en el abismo de su desaparición eterna.
En un viaje relámpago de Buenos Aires a Puerto Iguazú, tuve la oportunidad de visitar la aldea Mbyá Guaraní Guapoy, a 35 Km. de las cataratas. Durante el viaje, entrados en la Provincia de Misiones, atravesando Posadas y recorriendo la ruta 12 hacia el norte, se notaba a simple vista que la Provincia esta explotando extensivamente lo que en antaño fue una región cubierta por selva. Según mis propias estimaciones, obviamente subjetivas, deduje que, a lo largo de la región occidental de la provincia, queda solamente alrededor del 10% o 15% de selva. El resto son forestaciones, en su mayoría de pinos, plantaciones de yerba mate y té, y algo de industria ganadera.
Al llegar a la aldea Guapoy me adentré en la misma para buscar al cacique Salustiano Benítez. Crucé la aldea encontrando algunas pocas casas precarias de madera y techos de zinc, esparcidas entre si. Por el camino yacían algunas cosas tiradas en el suelo, había desorden en general. Desde mi perspectiva de hombre blanco, el aspecto era de pobreza, descuido y abandono.
A nosotros, los no indígenas, nos gustan las cosas ordenadas, los parques ajardinados, los jardines cuidados, la basura en basureros, los caminos asfaltados. Por suerte, unos meses mas tarde, Kent Nerburn me respondería a esta primera impresión que experimenté al entrar en la aldea. En su libro, un indígena Lacota de Norte America le recrimina cuando el atraviesa sensaciones similares a las mías pensando ‘cuanta basura’ cuando visita una reserva Lacota y encuentra desorden, autos abandonados, descuido en general. El indígena le pregunta ‘¿qué crees que pensamos cuando nosotros visitamos una de vuestras ciudades? También pensamos ‘cuanta basura’. El hecho de que tengan la basura guardada o escondida, y todo ordenado no significa nada. ¿Qué es mas basura, nuestro auto abandonado o vuestros parques de estacionamiento? Vosotros no lo veis como basura porque aún lo utilizáis. Pero en el momento en el que dejáis de utilizarlo, entonces se vuelve basura. Para nosotros es basura todo el tiempo. En nuestra forma de vivir, todo tenía un uso, luego volvía a la tierra. Teníamos cosas hechas de madera, barro o arcilla. Hacíamos cosas con los materiales que la tierra nos proporcionaba. Luego, cuando ya no las necesitábamos, las dejábamos volver a la tierra. Ahora las cosas ya no vuelven a la tierra. Vivimos de la misma manera, solo que las cosas no están hechas de la misma manera. A vosotros, lo único que os importa es que las cosas estén limpias. No os importa como están realmente. Ustedes ven un camino de tierra con una lata de gaseosa tirada en el suelo y piensan que es peor que una autopista que esta limpia. Se preocupan más con un bosque en el que han tirado una bolsa de basura que con un centro comercial que esta reluciente. Todo vuelve a las posesiones. Ustedes quieren tener todo y piensan que esta bien siempre y cuando este todo ordenado y guardado. Nosotros no tenemos casi nada y dejamos las cosas cuando ya no las necesitamos. Desde el principio os enseñan ‘esto es mío, esto es tuyo’. ‘No toques eso, no te pertenece’. Os enseñan a no tocar las cosas por una cuestión de pertenencia, no por respeto. Vosotros no dais nada a menos que obtengáis algo a cambio. Todo es economía. Esta manera de ser mata la forma de ser del indio, donde todo era compartido. Creíamos que todo era un regalo, un ofrecimiento, y que un buen hombre o mujer compartía esos regalos. Junto con coraje, generosidad era lo más importante. No mediamos a las personas por ricas o pobres. En los buenos tiempos, todos eran ricos, en los malos todos eran pobres. Medíamos a las personas por cuanto compartían. Para nosotros las cosas son importantes cuando las necesitamos. Si no las necesitamos, no son importantes. Nuestros ancestros creían que uno poseía una cosa solo en cuanto la necesitaba. Después, se la pasaba a otro. No me sorprende que los blancos vivan en casas tan grandes. Las necesitan para guardar las cosas que poseen. Ahora, tenemos que vivir en este mundo. Los blancos han matado a todos los animales y nos han quitado nuestras tierras. No podemos vivir más de nuestra manera. Ahora tenemos que vivir la vida de vuestra manera.’
Gracias a la intervención de este indígena Lacota, pude entender mejor la diferente perspectiva desde la cual los indígenas vivencian nuestro mundo.
Cuando finalmente encuentro al cacique Salustiano, me cuenta sobre la vida en la aldea y las dificultades que se encuentran atravesando. Me cuenta que hoy en día están rodeados de poco monte, de forestaciones de pino de la empresa Alto Paraná y que 20 años atrás no había tanta forestación como ahora. Dice que cada vez hay mas desmonte. Cuenta que allí cerca tienen la represa, que les afecto un montón cuando fue construida ya que inundó mucho monte. Antes de la represa se vivía mejor, el monte era suficiente, los chicos estaban más fortalecidos. Ahora les llegan muchas pestes y los chicos son los que se ven mas afectados. Dice que cada vez hay menos espacios, hay más fábricas, más movimiento.
En la zona hay muy poco animal. Por ahí suele aparecer algún venado o tatú. Antes había mucho animal. Uno ponía una trampa y a los 3 días o algo más caía algo. Ahora con suerte en dos semanas cae algo. Va fracasando mas la caza porque hay mucho movimiento. Hay cazadores no indígenas también. Dice que lo que si hay es pesca, van a pescar al lago que queda cerca. Pescan bonita, mojarra. Pero ya no hay mas peces grandes como antes.
A la comunidad le afecta mucho el hecho de que antes usaban el alimento natural que les daba mucha fuerza, como el maní, el poroto, la batata y la mandioca, junto con la caza. Si bien actualmente parte de éstos se siguen usando, ahora hay un cambio importante porque gran parte de la comida de que disponen no es la tradicional, es la del hombre blanco, que incluye harinas, pastas, sal, y esta dieta a la que tradicionalmente no están acostumbrados los hace sentir mas debilitados.
Las casas que tienen ya no son como las que tradicionalmente tenían porque ahora el monte ya no alcanza para proporcionar suficientes materiales y dependen de lo que les trae la gente blanca.
El cacique dice que los Mbyá Guaraní tratan de mantener su forma de vivir y dice que nadie se las va a poder sacar, porque están acostumbrados a eso, nacieron para eso. Por más que tengan sus casas de esta forma (ya no con materiales tradicionales), siguen igual. Las costumbres siguen igual. Pero como los materiales que usaban antes ya casi no hay mas, por ejemplo el pindó (palmera) y otros materiales que usaban para el techo y las paredes, ahora se tienen que adaptar a vivir en casas con paredes de madera, techos de zinc.
Lo que le pertenece a la comunidad son unas 100 ha. Me cuenta que quien les dio la tierra fue una empresa privada que era la que inicio toda la represa. El dueño de esta tierra les dio el permiso y la donación de esas hectáreas. Ahora se van realizando todos los papeles para que se pueda mensurar (parte de un plan nacional). Tienen los papeles sobre la donación de las 100 ha. pero cuando le muestran los papeles a terceros, en el caso de disputas por ejemplo, a estos no les significa nada y como resultado les han ido sacando algo de tierra. Si bien han planteado esta problemática a la Provincia, dicen que éstos no hicieron nada.
Con respecto al hombre blanco, ellos siempre guardan el remordimiento de lo que les han hecho. Porque ni aunque se hagan un montón de cosas buenas no se puede volver para atrás. Les sacaron todo. Ellos solo intentan preservar sus costumbres y cultura, aunque cada vez les van quitando más, cada vez se les esta haciendo más pesado.
Ahora están obligados a insertarse en la vida del hombre blanco, ellos tienen que hacer su trabajo para vender, no porque ellos quieran pero porque la gente blanca, la vida que les rodea, les obliga a ello. Para sostener a sus familias, tienen que vender artesanías, y así comprar ciertas cosas básicas. El cacique no esta en contra de tener que hacer artesanías para venderlas, ni a favor de ello. Si ellos venden sus artesanías es para comprar medicamentos. Mientras que antes ellos obtenían sus medicamentos del monte, ahora están obligados a comprarlos. Y es esto lo que para ellos es un delito terrible. Las plantas que usaban sus antepasados ya no existen. En algunas reservas de parques nacionales o provinciales, todavía hay plantas de ese tipo, pero los responsables de parques nacionales les prohíben entrar a los mismos para sacar las medicinas.
El cacique me cuenta que lo que más les duele es esa gente que no quiere respetar a los indígenas, aquellos que los rechazan. Esa gente que pregunta ‘¿que es lo que quieren esos indios?’, tratándolos como ignorantes, como que no saben nada. El cuenta que su gente es gente pacifica, que no hacen mal a nadie, simplemente quieren ser respetados. Dice que la nación argentina tiene que aprender a respetar al aborigen.
Creen que el hombre blanco es sabio en la forma cultural de los blancos, pero que no lo es en cuanto a la cultura indígena. El hombre blanco siempre piensa en el futuro. A ellos, lo que les mantiene dentro de la comunidad es estar unidos, ver a su familia sana, tener su libertad. La ambición de su pueblo no es cambiar las cosas sino que mantener sus ideas tal y como eran las de sus antepasados. Ellos no quieren mejorar materialmente sus condiciones de vida, ni juntar dinero, eso no es para el futuro de ellos. Tener luz y algunas otras cosas materiales son simples mejorías, nada más. Quieren estar como están, estar unidos y tener salud para las familias. Mientras exista el sol, el agua y la tierra, eso es lo fundamental.
El futuro que les depara
Actualmente, muchas de las comunidades carecen de escuelas, atención médica básica, asistencia social. Por ello, el analfabetismo, absoluto y/o funcional, se encuentra muy extendido entre los adultos de las comunidades. Esto no sólo les impide insertarse en el mundo laboral y asalariado de los blancos, sino que además, al ser analfabetos tanto en cuanto a la lengua como a la cultura de los blancos, son continuamente discriminados y abusados.
Para los líderes políticos de las comunidades Mbyá Guaraní, caciques y líderes espirituales u opyguas, sus proyectos pasan por defender su cultura, su idioma, su religión, su territorio, sus recursos, su derecho a insertarse en el mundo de hoy sin perder su identidad. Para ello quieren escuelas bilingües, oportunidades para que sus jóvenes puedan seguir capacitándose y, en el futuro, maestros o médicos Mbyá Guaraní.
Para lograr estos objetivos, los Mbyá Guaraní han puesto sus esperanzas en el programa de Bi-alfabetización (Bi-alfa), una novedosa articulación de estrategias pedagógicas de alfabetización bilingüe simultánea para adultos, en lengua nativa y castellano, basada en temas de desarrollo productivo, protección del medio ambiente, equidad de género, promoción de los derechos humanos, civiles, culturales y la salud comunitaria, con énfasis en salud reproductiva. Su elaboración se realizó mediante un proceso de investigación empírica, a cargo de un equipo interdisciplinario de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe - Naciones unidas), con participación de especialistas nacionales e informantes locales.
El programa Bi-alfa se ha implementado exitosamente en varios países de Latinoamérica, salvo en Argentina. Hay quien dice que esto se debe a que para los gobiernos argentinos no hay indígenas en Argentina. Afortunadamente, la sociedad civil en forma de ONG y otras agrupaciones se ha organizado para, no sólo darle ayuda material a las comunidades Mbyá Guaraní de la provincia de Misiones, sino que también para organizar recursos humanos y económicos para implementar el programa Bi-alfa en las distintas aldeas. Este esfuerzo a permitido concretizar el lanzamiento piloto del programa Bi-alfa en la aldea Guapoy, en Abril del 2010.
¿Será que esta iniciativa ayudará a permitir la supervivencia de los monjes de la selva y su cultura?
Matias Linder
Publicado en http://www.soconasincomindios.it/tepee.htm

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